-- Un periplo desde la ciudad de Kansas hasta la ciudad de México, 1880-1920 Hace dos años decidí hacer un proyecto—un políptico de imágenes- sobre migración. “Todos venimos de otra parte,” razonaba, “es un hecho innegable. La migración no es un invento de los mexicanos en la frontera norte- es más, la tierra se ha poblado por medio de milenios de migración humana.” Y eso es lo que quise subrayar--- el carácter universal, o más bien global de la migración humana.
Otro hecho innegable es que la asimilación de nuevas olas de inmigrantes en cualquier territorio es un proceso difícil, lleno de conflictos. Somos testigos todos los días del trato indigno que reciben los latinoamericanos cuando emigran hacia mi país de origen, Estados Unidos. Pero los que los maltratan también descienden de inmigrantes: territorialidad mata memoria. Así, quise recobrar un poco de esa memoria. Decidí hacer algo que tuviera que ver con mi historia personal o familiar de migración, y también con la historia de mi país adoptivo. Quería crear un puente entre la cuidad de Kansas, donde nací, y la ciudad de México, donde he hecho mi vida.
De allí en adelante, el proyecto fue definido por los resultados de mi investigación de posibles fuentes de imágenes. Encontré tres grandes archivos fotográficos que me parecían relevantes: la colección de Solomon D. Butcher de la Nebraska State Historical Society, la de Robert Runyon de la Universidad de Texas en Austin, y las múltiples colecciones de la Fototeca Nacional de México. Estas fueron suplementadas por fotografías de otras colecciones más chicas, incluyendo la mía.
Me quedó definida una época a tratar: desde 1880, cuando el territorio de Nebraska fue abierto a colonización (y mis tatarabuelos empezaron a fincarse ahí) y 1920, cuando la migración mexicana empezó a consolidarse en la región.
En medio de este periodo transcurrió la Revolución Mexicana.
También definí el tratamiento que daría al material: hice una selección de fotografías con la idea de establecer una narrativa. Recorté las imágenes cuando me parecía pertinente para enfatizar ciertos elementos, excepto cuando las condiciones de uso de cierta colección restringían la alteración de sus fotografías. El resultado fue transferido a papel japonés y montado en otro papel más grueso. Sobre este soporte, intenté unificar las imágenes con un hilo de dibujo, literalmente un hilo cosido, quizá una herencia de las colchas o “quilts” de mis abuelas. La forma de juntar muchas imágenes, variando el color, también hace referencia los parches o “patchwork” de las colchas.
Estuve siempre en el filo entre el intento de respetar la naturaleza documental de las fotografías y la necesidad de crear una coherencia expresiva para mí misma.
Las imágenes empiezan con detalles de la vida difícil de los pioneros llegados del Este de Estados Unidos y de Europa. El trasfondo de esta situación sería, por supuesto, la drástica y trágica reducción de la población original de la pradera, diezmada en décadas previas por el fallido conflicto armado en defensa de sus territorios, su contagio por enfermedades europeas y su traslado forzoso a reservaciones.
Sigo con imágenes que documentan a los mexicanos ya en movimiento por la región, desde Kansas y Nebraska hasta la región de la frontera, particularmente en Texas. Ahí estaba la población mexicana, presente desde la época en que Texas formaba parte del territorio nacional, además de los recién llegados, arrojados por los estragos de la Revolución Mexicana, refugiados y transeúntes en busca de empleo. Se documenta, aunque muy parcialmente, la destrucción causada por el conflicto, barricadas en Monterrey, las tropas americanas en la frontera, los campos agrícolas, las familias posadas en foto estudios en Texas, y los campamentos de tiendas de campaña donde los migrantes intentaban vivir en Kansas.
Más al sur, documento algo de la realidad a principios de siglo en la ciudad de México y sus alrededores: la gran metrópolis y sus contradicciones, el conflicto armado, las manifestaciones, y en general, las condiciones de vida de los que se quedaron, mismas condiciones que indujeron a algunos a emprender ellargo viaje hacia el norte. Es una historia de sangre en muchos sentidos, desde la sangre de los indígenas desplazados, la sangre y sudor de los refugiados y de los nuevos pobladores de la pradera, más la sangre de los conflictos armados.
Nuestra sangre viene de la sangre que corría en las venas de los protagonistas de esta historia.
En el proceso de armarla vi cientos de fotografías. Lo que había sido una idea vaga en mi cabeza se volvió una procesión de imágenes precisas.
Cada imagen existe gracias al esfuerzo de un fotógrafo, constante en el campo de acción, registrando insistente el mundo que lo rodeaba:
Solomon Butcher, Robert Runyon, los hermanos Casasola y Huge Brehme, entre muchos otros. Y su gran legado ha podido llegar hasta nosotros por la tarea enorme asumida por las instituciones de recopilación, conservación y digitalización de sus fotografías.
Dedico este proyecto a las personas retratadas y a todos los que ayudaron a que sus visajes hayan llegado hasta nosotros.
Carla Rippey Ciudad de México, mayo de 2008
El título de este texto cita a Xavier Villaurrutia