viernes, 28 de septiembre de 2007

Desde la orilla, segunda parte

Sigue la segunda parte del ensayo publicado en "Gritos y Susurros". Se no has visto la primera parte, búscala abajo. For the English version of this essay, scroll down.

La dama y el tigre / The lady and the tiger 1991 ...Y la idea de visiones y versiones nos lleva a otro gran fenómeno cultural-- la mentira, y las razones de su existencia.

Fui criada en la tradición de Abraham Lincoln, que según nuestros libros de texto, en cierta histórica ocasión, llegó a casa después de caminar un par de kilómetros desde la tiendita y descubrió que le habían dado cambio de más. Por supuesto de inmediato dio vuelta y volvió a caminar a la tiendita a regresar lo que no era suyo (actitud que sus paisanos ya no respetan en cuanto a sus territorios, al parecer.) Bueno, no sé cómo llegan estas anécdotas a los libros, pero a mí me impresionó mucho. Hasta llegaba a dejar recados en las ventanillas de coches estacionados (sí, plural, me pasó más de una vez) que rayaba en mi torpeza adolescente para aprender a manejar, “perdón, creo que rayé su coche, mi teléfono es tal.”

Me parece que una de las primeras veces que empecé a “matizar” mi concepto de la honestidad fue al encontrar un diálogo en una pieza de teatro inglesa, a lo mejor de Shaw, en que un personaje comenta acerca de otro, “Se piensa honesto porque no agarraría dinero olvidado en la mesa."


¿Pienso con más esfuerzo o me esfuerzo por no pensar?/ Should I try to think harder or try not to think? 1985


Así me entró la idea de que las personas que se piensan honestas pueden engañarse a si mismas y de paso a otros. De ahí fue un brinquito chico a lo que se entiende comúnmente en México: la mentira puede ser autodefensa.
Entonces mi idea de la honestidad como un asunto de definición obvia y cualidad de la persona íntegra, se topó con nociones culturales más complejas. Para empezar, que la verdad podría ser algo relativo. Esa es una lección que empecé a percibir con lo ya comentado de los noticieros. Y además, que lo que unos consideran una mentira, es para otros, una defensa de su espacio personal, de su posibilidad de desplazarse libremente. Un mecanismo de sobrevivencia en un mundo de jefes arbitrarios, esposas (os) sofocantes, padres represivos, etc. etc. Una forma de ejercer poder a pesar de tener negados otros poderes. Y claro, como es un arma, una manera de tener poder y se supone que todo poder corrompe, pues ya imagínense las posibilidades infinitas de utilizar esa arma y sus posibles abusos...
Lo que se me hace curioso (se ve que todavía no lo entiendo por completo) es cómo ciertas personas (incluyendo mi propia descendencia) utilizan la mentira como ejercicio creativo. “A ver qué puedo inventar y hasta qué punto hacer que me crean....”. Así el mundo les deja de ser una prisión construida de hechos ineludibles y se vuelve un lugar fascinante donde todo varía según cómo construyes la historia. Pues sí, ¿no? como el arte. De ese modo nadie está limitado por la cruda realidad...

Vértigo/Vertigo 1996

Aunque empiezo a entender la utilidad de la mentira y sus justificaciones, aún no soy muy adicta a emplearla. Diría, máximo, miento si alguien me pregunta cuánto pagué por algo cuando siento que no es asunto suyo.
Además, no soy diestra para reconocer cuándo me están mintiendo, otra indicación de mi condición insuperable de forastera.

Tampoco he podido superar un innegable acento gringo. A veces los más amables me dicen que sueña europeo, que obviamente quiere decir más fino. Curiosamente son los argentinos quienes más me lo comentan. Por supuesto en su innegable acento argentino. Los mexicanos suelen ser más discretos.
A mi me da mucha pena tener un acento tan marcado. No suficiente pena como para ir a Berlitz a corregirlo, pero suficiente para sacarme de onda cada vez que me digan, “¿Tantos años de estar en México y todavía hablas tan mal?” A veces también me dicen que hablo bien, supongo que depende con quien me comparan....
Por supuesto que mis hijos de chiquitos no se daban cuenta que su mamá hablaba raro. Hasta que sus amigos les preguntaban, “oye ¿y por qué tu mamá habla así?”


Tout danger 1985
Mi hijo mayor jugó fútbol americano desde los ocho hasta los veinte años, deporte ni practicado ni entendido por sus padres y demás parientes, salvo sus abuelos maternos que finalmente son de Nebraska, donde hay un equipo colegial fabuloso. Bueno, en el fútbol conoció a su mejor amigo, amistad que dura hasta hoy en día. Su amigo es descendiente de un chino-mexicano (que habla español “mexicano” normal) y de una australiana (que habla el español como australiana) y al igual que en nuestra familia, sus papás padecen de cierta adicción al feminismo y a la política. Así es que los chicos se entendían, sabían qué es crecer pensando que ese vegetal anaranjado es una “zanoria” y riéndose de las mamás que hablaban de “astronautos.” Pero el mayor punto de discusión acerca del cual todavía sigue cada quien con la idea que el otro está obvia e irremediablemente equivocado, es: cual mamá tiene el peor acento en español. Claro, te parece menos mal el acento con el cual creciste.

En nuestra casa no se hablaba mucho inglés. En un principio porque cuando los niños eran muy pequeños y disfrutaban del breve periodo de tener dos padres juntos, ambos estábamos en el pasón de ser más latinos. Yo, por ser gringa y querer incorporarme a mi nueva vida. Y él, por llevar muchos años fuera de México y querer recuperar su tambaleante mexicaneidad. Intentaba evitar el patrón de sus propios padres, que fue establecer el inglés como idioma familiar, con el resultado de tener hijos mexicanos con acentos raros.
Mis hijos finalmente aprendieron el inglés en la secundaria, con la ayuda de las películas gringas, unas visitas a los abuelos y la computadora. Antes de ese punto clave en sus vidas, su experiencia de la lengua “si y no” materna estuvo estrechamente ligada a los enojos de la mamá que los regañaba en inglés porque al estar molesta, su español alcanzaba un nivel deplorable que más bien provocaba risa entre sus hijos en vez del asombro y miedo intencionados. Do you want a spanking?

"escucha..."/ "Listen..." 1995

1 comentario:

Mamá-Z dijo...

Leer a Carla Rippey a medianoche -y contemplarla en cada pieza elegida- es lo mejor que me ha pasado este año.

Gracias. Espero la siguiente entrega con la misma emoción con la que esperaba de niño el siguiente episodio de Los Acuanautas.